Desde los departamentos de Antioquia, Casanare, Nariño, Caldas, Valle, Cundinamarca y Cauca viajaron los Estudiantes de la Escuela de Comunicación “El Camino de la Palabra Digna” del Tejido de Comunicación-ACIN para llegar a los territorios campesinos, indígenas y afro descendientes del Cauca. Ellos dejaron atrás por 15 días sus familias y sus comunidades para juntar sus manos y sus fuerzas en el primer festival de cine y video “Rodolfo Maya”.
Al llegar al territorio los estudiantes se dividieron en cada una de las veredas donde se desarrolla el festival. Con telas blancas, video beam, computador y videos en sus manos, llegaron algunos jóvenes de Cauca, Medellín y Nariño a la comunidad de Loma Gruesa, una población con 450 habitantes que hace parte de la zona baja del resguardo y municipio de Jambaló. Como su nombre lo dice es una vereda donde sus gruesas lomas ocultan el caserío asentado a las orilla del rio Jambaló. Una polvorienta carretera que cruza el lugar les permite vivir del comercio informal. La mayor parte de sus pobladores cultivan la tierra.
Desde las 9 de la mañana descendían de los caminos jóvenes, mayores, niños y guardias indígenas para llegar hasta una caseta de paredes improvisadas, espacio donde el pasado 25 de julio, se presentó el festival.
Los documentales “Operación Diablo”, “Mientras no se apague el sol”, “La Resbaloza,” y “Mi Sueño”, entre otros audiovisuales, fueron expuestos en este lugar. Cada video expresaba las voces de los pueblos que luchan para defender la vida. Sus apuestas a la construcción de otro mundo mejor han sido muchas veces apagada por los medios masivos.
Cada muestra daba paso a un conversatorio. Al principio había timidez por parte de los participantes, algo muy característico de los indígenas. Sin embargo, un joven se levantó de su silla para hacer preguntas: ¿Qué se está haciendo para fortalecer la guardia indígena?, ¿Cómo evitamos la entrada de los productos de la multinacionales a los territorios?, al mismo tiempo respondía un mayor y decía: “si no producimos no nos va a matar la guerra sino el hambre”. Un padre de familia expresaba, “ni las instituciones ni los dirigentes indígenas le ponen atención a los proyectos de producción que tienen los jóvenes en sus comunidades, por esta razón muchas veces los jóvenes caen en el facilismo. Aquí hay un problema social que nadie le presta atención”.
A pesar de que el sol calentaba fuerte y se filtraba por los huecos de la vieja carpa que cubría la caseta impidiendo la proyección del video beam en la pared, las personas se juntaban para oscurecer el lugar y mirar mejor la imagen. Rostros sudados por el calor, risas y asombros por algunas imágenes que se mostraban en los videos eran las que daban cuenta del interés que tenían los participantes por la muestra.
“Estos trabajos audiovisuales tal vez nunca serán transmitidos por los canales de nuestra televisión” explicaba un estudiante de la escuela.
Aquí hubo tiempo para tejer manillas, mochilas y para hacer dinámicas. Pero el tiempo se acabó, eran las 5 de la tarde y los jóvenes de la escuela tenían que llevar el festival a otro territorio.
“Gracias por traernos esa otra Colombia, la verdadera”, señalaba un comunero mientras aplaudía a los estudiantes de la Escuela de Comunicación. Otro joven insistía que el festival debía continuar para crear conciencia entre la gente “la resistencia es de todos, este festival nos llama a la unidad entre pueblos, juntemos las manos para resistir al monstruo del capital que nos está acabando”
La gente disfrutó de las presentaciones. Fue un momento para entretenerse pensando. Muchos manifestaron la necesidad de abrir espacios para reunirse y reflexionar las problemáticas de cada comunidad porque la agresión sistemática y la ocupación territorial no se detienen. En ese mismo momento, a menos de un kilometro la comunidad de la vereda la Pila participaba del sepelio del joven indígena William Poto, asesinado el sábado anterior.
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